jueves, 20 de junio de 2013

ESPERANDO EL DÍA OLÍMPICO

50 GRANDES MOMENTOS DE LOS JUEGOS OLÍMPICOS
El número uno
PABLO LISOTTO
James Brendan Bennet Connoly 
Esta es la historia de un hombre común y corriente, que por esas situaciones inexplicables que tiene el destino se convirtió en un deportista único, irrepetible e inigualable. ¿Su principal virtud? Estar en el lugar justo en el momento indicado. James Brendan Bennet Connoly nació el 28 de octubre de 1868 en el sur de Boston, Massachusetts, en el seno de una familia pobre irlando-estadounidense. Pese a vivir en la austeridad, su padre -John Connolly- y su madre -Ann O’Donnell- tuvieron doce hijos. Los primeros vínculos del pequeño Jamie con el deporte se dieron en la calle, junto a sus hermanos y amigos, jugando a la pelota, corriendo y saltando. Como todo niño. Ingresó a la Academia de Notre Dame, pero hasta allí llegaron sus estudios. Nunca fue a la escuela secundaria. En cambio, comenzó a trabajar como empleado de una compañía de seguros en Boston, y poco después, se incorporó al cuerpo de ingenieros del Ejército de  los Estados Unidos. Allí, en Savannah, Georgia, comenzó a relacionarse en serio con el deporte, y terminó siendo uno de los fundadores del equipo de ciclismo y de fútbol americano de su unidad. Al poco tiempo, insatisfecho con su vida, Connolly intentó recuperar los años perdidos de estudio y a los 27 años se preparó por sus propios medios para ingresar a la Universidad de Harvard. Lo logró. Por entonces, el Barón Pierre de Coubertin recorría el mundo con el objetivo de convencer a los máximos dirigentes políticos de que sería grandioso reinstaurar los Juegos Olímpicos. Coubertin logró su objetivo. En 1894 se creó el Comité Olímpico Internacional y se anunció que la primera edición de la Era Moderna de los Juegos se realizaría en Atenas, Grecia, entre el 6 y el 15 de abril de 1896. A Connolly le interesó el desafío y quiso participar. Para eso, pidió un permiso especial en la Universidad de Harvard para poder ausentarse durante el período de competición. Pero se lo denegaron. La única alternativa que le dieron fue la de renunciar y presentar otra solicitud para tratar de reingresar. Según algunas versiones, James se enojó muchísimo por la negativa, y les dijo a los directivos: “Yo no renuncio ni voy a hacer la solicitud para volver a entrar. Simplemente les anuncio que me estoy despidiendo de la Universidad de Harvard en este preciso instante. ¡Buenos días!”. No está claro si esto realmente sucedió, porque en los registros de la Universidad está la solicitud de Connolly para ausentarse y poder viajar a Europa, que fue denegada. Y una posterior solicitud para recibir un retiro honorable como estudiante, que sí le fue concedido el 19 de marzo de 1896. Sea como fuera, poco después James partió rumbo a Atenas, representando al Suffolk Athletic Club, que accedió a pagarle la mayor parte de los gastos. Un tiempo después declaró que no había recibido ni un dólar por parte del club y que se había pagado todo él mismo. El viaje no resultó tan sencillo. Por entonces no había aviones, y James se fue a Grecia en un barco carguero alemán, El Barbarroja, junto con la mayor parte del resto del primer equipo olímpico de Estados Unidos. El primer destino fue Nápoles, Italia. Allí le robaron sus pertenencias y estuvo a punto de perder el boleto que lo llevaría a Atenas. Pero corrió al ladrón, lo alcanzó y al menos recuperó el pasaje. Tomó el tren y llegó justo a tiempo para los Juegos. Nada separaría a Jamie de su compromiso con el destino. El restablecimiento de los Juegos Olímpicos atrajo a 241 atletas de 14 países. Todos hombres. Durante la jornada inaugural se realizó la primera final de atletismo. La disciplina elegida fue el triple salto, uno de los eventos en los que compitió Connolly. El estilo de Jamie, que daba dos saltos con el pie derecho, ya no se permite en la actualidad pero era perfectamente válido entonces. Con su método, el estadounidense se destacó en la pista, saltó 13,71 metros y terminó más de un metro por delante de su oponente más cercano. El 6 de abril de 1896, el estadounidense James Connolly ganó el triple salto, y se transformó así en el primer campeón olímpico en más de 1.500 años, y el primero de la Era Moderna de los Juegos. Recibió una medalla de plata (aún no existían las de oro) y una rama de olivo; y se metió para siempre en la historia del deporte.


                                                                                      SERGIO TOLABA

                                                                               ACADEMISTA OLÍMPICO

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