domingo, 23 de junio de 2013

La Antorcha Olímpica-23 de JUNIO DÍA OLÍMPICO

23 DE JUNIO-DÍA OLÍMPICO

CONOCIENDO AL CREADOR DEL OLIMPISMO MODERNO
Este trabajo intentará poner en conocimiento, mayores detalles del creador del OLIMPISMO MODERO, sus pensamientos, sus convicciones, sus fracasos, aquellos que permitieron dejar como legado, un enorme aporte para el deporte internacional a partir de los valora del Olimpismo.

PIERRE DE COUBERTIN Y SUS CIRCUNSTANCIAS
La paz es un factor fundamental - casi omnipresente - en la vida, proyectos y escritos del barón Pierre de Coubertin. Esto se explica, en parte, por la más célebre máxima del filósofo Ortega y Gasset de que "yo soy yo, y mis circunstancias". En otras palabras, es imposible considerar a los seres humanos como individuos sin tener en cuenta todo lo que les rodea, empezando por el propio cuerpo e incluyendo el contexto histórico al que pertenecen.
De hecho, aunque Coubertin ni era un activista por la paz, ni un representante del Movimiento Europeo por la Paz, sin embargo, vivió y se socializó en un periodo de una marcada dicotomía entre la guerra y la paz. Nacido en París el 1 de enero de 1863, Coubertin murió en Ginebra el 2 de septiembre de 1937, por lo que fue testigo de la guerra franco-prusiana y de la Primera Guerra Mundial y que, con clarividencia, presagiaba en la víspera, el borde del abismo.
Sin embargo, dado el entorno de élite aristocrática y cosmopolita en el que se movía, y los intereses y los ideales que perseguía, Coubertin se codeó con un gran número de figuras notables  y se mantuvo en estrecho contacto con las organizaciones y movimientos pacifistas, entre los que ganó múltiples influencias.
De hecho, resulta significativo que el ochenta por ciento de los miembros de honor del COI en el Congreso Fundacional de 1894 en París, eran miembros de los movimientos por la paz y cinco de ellos fueron, con los años, galardonados con el  Premio Nobel de la Paz. No hay duda de que el 'patronazgo' de una paz definitiva entre sus contemporáneos estuvo presente en el proceso de la Sorbona.

UNA VISIÓN HUMANISTA

Coubertin basa gran parte de su visión humanista del progreso en la convicción de la absoluta necesidad de fomentar el entendimiento mutuo entre los pueblos. Él creía que con dicho entendimiento podría, poco a poco, poner fin a la ignorancia entre los pueblos con respecto a los intereses de los otros. Por consiguiente, sería más fácil la comprensión, la concienciación, la convivencia, la mutua asistencia, la unión y el igualitarismo - no una igualdad de condiciones, sino de relaciones, uno podría decir que una igualdad no de "recursos", sino de "modales" - .
Con esto, el nacionalismo exacerbado y el chovinismo serían relegados, los conflictos podrían ser apaciguados, los malentendidos y las guerras entre las naciones serían eliminados. La comprensión mutua sería el mejor remedio de la rabia y el rencor. No hay duda: la principal prioridad de Coubertin en un principio era la idea de "la paz entre las naciones".
A través de la convivencia entre el internacionalismo y el patriotismo, el respeto y la no discriminación sería superar la opresión, la violencia y la destrucción; y ayudar a la reconciliación internacional entre los pueblos: a la paz. Todo esto, evidentemente, en el contexto imprescindible de la democracia. Además, Coubertin vio la paz como una de las necesidades primarias de las democracias modernas  y proclamó: una democracia sana y prudente y el internacionalismo pacífico irán de la mano en el nuevo estadio.
Pero para que el entendimiento entre los pueblos llegue a ser una realidad - y con él, la paz - Coubertin afirmó que, aguas arriba, tiene que haber una base: una base formada por una comprensión de la historia, sus calendarios y geografías:
La historia habría de salvaguardar la paz... La historia puede hacer más aún por la paz social. Debería corresponder a la historia evaluar la atmósfera, para indicar la formación de huracanes y para el seguimiento de su potencial curso entre los hombres. De esta manera, la historia habría de salvaguardar la paz internacional, en gran medida.
 
Y añadía:
La historia es también la mejor garantía de paz. Pedirle a la gente que se amen unos a otros es simplemente una forma de infantilismo. Pedirles que se respeten mutuamente no es utópico, pero a fin de respetar unos a otros primero deben conocerse. La única verdadera base para la paz vendrá de tener en cuenta un orden cronológico preciso y los entornos geográficos de la historia del mundo, y cómo se pueden enseñar.

EL MENSAJE DE PAZ COMO PIEDRA ANGULAR DE LA RENOVACIÓN DE LOS JUEGOS OLÍMPICOS

Fue entonces cuando Coubertin recurrió a un capítulo sorprendente - los Juegos Olímpicos de la Antigüedad - que, en lugar de ser recreados simplemente se revitalizaron con la paz como un diseño fundamental, un bien supremo. De hecho, la primera vez que se habló de los Juegos Olímpicos de la Era Moderna en 1892 Coubertin los vinculó a la idea de la paz:
Hay gente a la que ustedes llaman utópicos cuando hablan, hay otros que creen en la reducción progresiva de las posibilidades de la guerra, y no veo la utopía en esto. Está claro que el telégrafo, el ferrocarril, el teléfono, la apasionada  investigación científica, congresos y exposiciones; han hecho más por la paz en el mundo que cualquier tratado o convención diplomática. Bueno, espero que el atletismo haga aún más. Los que han visto a 30.000 personas corriendo bajo la lluvia para asistir a un partido de fútbol sabrán que no estoy exagerando. Exportemos remeros, corredores y tiradores; es el libre comercio del futuro, y el día en que este se introduzca dentro de las murallas de la vieja Europa, la causa de la paz habrá recibido un nuevo y poderoso impulso.
La piedra angular del mensaje de paz de los Juegos Olímpicos de la Antigüedad fue la Ekecheiria - la famosa tregua olímpica - en virtud del cual desde el séptimo día antes de la inauguración de los Juegos Olímpicos hasta el séptimo día después de la clausura, todos los conflictos cesaban. Cabe destacar que a pesar de que a veces se señaló que la tregua olímpica no aparece en los debates sobre la renovación de los Juegos Olímpicos, de hecho, la preocupación de Coubertin de que la tregua sagrada fuera proclamada, honrada y respetada está documentada  a lo largo del ritmo marcado por los ciclos de cuatro años de cada Olimpiada.
Coubertin vio la tregua olímpica como una manera de detener temporalmente las peleas, disputas y malentendidos y, a partir de este tipo de "paz en negativo" - armisticio o fin de la guerra - proyectaría una noción de paz positiva - vinculado a un diseño organizado y continuo de una paz a largo plazo. Pero incluso si la vieja tregua hubiera significado algo completamente diferente, no obstante impresionó a Coubertin y su interpretación de ella fortaleció la institución que fundó, dándole el aval de la historia antigua.
En este punto tenemos claro que preguntarnos: ¿por qué, entonces, utilizar el deporte como un trampolín para la paz entre los pueblos? ¿Por qué Coubertin, tiene la idea  de ver al deporte como un fermento de la paz internacional, un poderoso, aunque indirecto, factor capaz de asegurar la paz universal?

DE LA EDUCACIÓN A TRAVÉS DEL DEPORTE HACIA LA EDUCACIÓN PARA LA PAZ

Coubertin, como reconocido pedagogo, pronto vio que la educación a través del deporte - la educación deportiva - podría ser un paso hacia la educación para la paz, especialmente en el contexto de una reforma del sistema educativo universitario:
Exigir una educación superior en todos los países como base para la paz entre los pueblos.
Pero a los ojos de Coubertin, el deporte, a través de la educación no formal, también podría ser una herramienta exitosa para detener la agresividad, lo que él veía como algo espontáneo e intrínseco de los seres humanos. Así, la energía viril del deporte ayudaría a dar forma al carácter de los individuos en sus relaciones cotidianas entre ellos y con las personas cercanas a ellos, al ver la educación como fuente de progreso humano, como un desafío ético  y un proyecto moral tanto para los individuos como para la sociedad. Esa misión ética (...) fue fundamental para el Movimiento Olímpico y - si hubiese tenido éxito - daría lugar a una educación política.
Es evidente que los jóvenes, como base de la futura civilización, fueron el objetivo por excelencia del proyecto de paz de Coubertin, porque el barón creía que era muy importante para asegurar la confianza de los jóvenes, considerarlos como una hermandad de paz. Según Coubertin,
El Olimpismo es la veneración de una juventud confiada y pacífica. Día a día, la tranquilidad y la confianza se fueron convirtiendo en herramientas cada vez más útiles para las antiguas civilizaciones, por su ocasional falta de fuerza. Tranquilidad y confianza son bases esenciales para la civilización del mañana, que va a nacer en medio de furiosas tormentas. Sin embargo, no son compañeros naturales. Desde la cuna, los seres humanos crecen asustados. A lo largo de la vida, el miedo acecha. Cuando el final se acerca, el miedo trata de abrumarlos. El hombre ha sido capaz de luchar contra este enemigo, que tan hábilmente turba su trabajo y el descanso, a través de su valor, una noble virtud que algunos atribuyen sólo a los antepasados ​​en la creencia de que la generación actual ha permitido que sus flores se desvanezcan en sus propias manos. Ahora sabemos qué decir sobre todo esto.

LOS JUEGOS OLÍMPICOS COMO EL LIBRE COMERCIO DEL FUTURO Y LOS ATLETAS COMO EMBAJADORES DE LA PAZ

Coubertin también creía que una de las principales características de un foro internacional de deportes como son los Juegos Olímpicos sería el libre comercio del futuro  - la primera fase de lo que podemos llamar la globalización moderna  - y el escenario perfecto para los atletas para ser concebidos como embajadores de la paz.

En el terreno de juego habría enfrentamientos corteses y pacíficos, una especie de armada pacífica, caracterizada por el juego limpio. Un ejército de atletas que ofrecería siempre la más humana, solidaria y tranquila de las confrontaciones. La competición deportiva sería un sustituto de la guerra, un evento: heroico, caballeresco, fraternal, romántico, estético - el más pacífico de los campos de batalla sería, de esta forma, el terreno de juego.
Además, según Coubertin, los Juegos Olímpicos proporcionarían a los atletas la oportunidad de aprender a apreciar y estimar a sus rivales, experimentando su patriotismo de una manera leal y saludable y, al mismo tiempo, entendiendo el mismo amor que su adversario siente por su propia patria. El deporte sería entonces la mejor manera de servir a la patria y de comprenderse entre las naciones rivales al mismo tiempo.
El terreno de juego se vería entonces como una especie de anfiteatro de emulación pacífica y tolerante entre los países, un lugar donde las pasiones destructivas entre los pueblos se dejan de lado.
El enfoque de Coubertin en la paz también se puso de manifiesto en el contexto del carácter religioso de los Juegos Olímpicos, sobre todo porque en la antigüedad Zeus era el fin último de la práctica deportiva. En efecto, Coubertin incluso llegó a concebir la idea de una "religio athletae". Pero en realidad fue más allá: él consideraba la paz como una nueva religión cuyo altar está rodeado a diario por un número cada vez mayor de los fieles. Escribió:
Se podrían escribir las palabras de las Escrituras en estos dos ataúdes como epitafio glorioso: "bendice a los pacificadores"
Tal vez, también, debido a la dimensión religiosa de los Juegos, Coubertin se envolvió de unos símbolos que sostuvieran o construyeran la identidad de los Juegos Olímpicos. La revitalización de los rituales y tradiciones de Olympia y todas las ceremonias asociadas son buenos ejemplos de esto. Esto se ejemplifica en el diseño de Coubertin de la bandera olímpica con los cinco anillos - que simboliza la unión de los cinco continentes - sobre un fondo blanco - que representan la paz y la armonía entre los diferentes pueblos de todos los continentes.
Así que tenemos a un Coubertin que, con su neo-Olimpismo, busca por un lado la armonía entre el cuerpo y el alma de cada individuo y, por el otro, pero indisolublemente ligado al primero, la armonía entre los cuerpos y las almas de las naciones.

CRÍTICAS AL PROYECTO DE COUBERTIN Y LA FALLIDA PROPUESTA PARA EL PREMIO NOBEL DE LA PAZ

Muchas personas calificaron el proyecto de Coubertin para la paz mundial como una ilusión  y por lo tanto una utopía, algo idílico, retórico  e incluso naïf. El hecho de que en tres Olimpiadas (6ª, 12ª y 13ª) los Juegos Olímpicos tuvieran que ser cancelados debido a las guerras ayudó a consolidar el número de críticos que se referían a la debilidad de la aventura ideológica de Coubertin. Hubo incluso quienes, supuestamente, consideraron hipócritas las apelaciones de Coubertin a la paz en su filosofía.
Coubertin fue atacado, de igual modo, por supuestas "prevaricaciones" , en particular, cuando elogió a la organización de los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936.
Este descrédito puede haber contribuido al fracaso de una empresa, no despreciable, que debe ser mencionada a pesar de que no se considere
 importante o, de hecho, no sea entienda por algunos: la presentación de la propuesta para que se le otorgara a Coubertin  el  Premio Nobel de la Paz. La iniciativa fue impulsada por Theodor Lewald (en la Sesión del COI de Oslo en febrero de 1935) que había estado reflexionando sobre la idea de un Premio Nobel para Coubertin, a quien veía como "uno de los últimos grandes humanistas, sosteniendo la idea de la reconciliación".

Muchas personas mostraron su apoyo a esta iniciativa, en particular, el presidente del COI, Henri Ballet Latour y los Comités Olímpicos Nacionales, particularmente el noruego. La carta oficial de la candidatura, de 15 de enero de 1936, fue firmada por: François Pietri de Francia, Paolo Thaon di Revel de Italia, y Geza Andrassy y Jules de Muzsa de Francia. La candidatura fue posteriormente firmada también por Lord Burghley de Gran Bretaña, Jigoro Kano de Japón y Ignacy Matusewski de Polonia, y se dice que Hitler también expresó su apoyo a través del Ministerio de Asuntos Exteriores alemán, debidamente amplificado en la prensa alemana. También es probable que Carl Diem, un famoso amigo de Coubertin pudiera haber ayudado a diseñar la propuesta.
Según la página Web oficial del Premio Nobel, en la base de datos de Candidaturas para el Premio Nobel de la Paz, 1901-1956; en 1936, Coubertin se describe como Fundador de los Juegos Olímpicos modernos y educador (educación física). Además se puede leer el motivo de la propuesta: Coubertin fue propuesto por sus esfuerzos para disminuir las tensiones mundiales, por la reactivación y la organización de los Juegos Olímpicos internacionales para atletas amateur desde 1894 en adelante. Él inició la fundación del Comité Olímpico Internacional, y fue su segundo presidente (1896-1925).
En cuanto a la evaluación, tomando como referencia la misma página Web, bajo el epígrafe "Méritos para el Premio Nobel de la Paz", figura la referencia a Coubertin como pedagogo e historiador francés más conocido por haber fundado el Comité Olímpico Internacional, en el categoría de "candidatos no conocidos principalmente por su trabajo por la paz".
Coubertin estaba emocionado y entusiasmado ante la perspectiva de tan alto honor [ser candidato al Premio Nobel de la Paz], ya que habría coronado su carrera y validado sus ideales sobre el deporte y la paz. (...) La noticia de que el Comité del Nobel había otorgado el premio a Ossietzky entristeció a Coubertin. Perder el premio fue un capítulo más en su larga lista de decepciones.

CONCLUSIÓN PERSONAL: EL NOTABLE LEGADO DE LA PAZ A TRAVÉS DEL PROYECTO OLÍMPICO DE COUBERTIN Y DE LOS JUEGOS OLÍMPICOS

En nuestra opinión, a pesar de las críticas antes mencionadas y las propias decepciones de Coubertin, su legado por razón de la interacción entre el deporte y la paz sigue siendo claramente exitoso. Coubertin respondió a todas las críticas durante el curso de la vida de una manera muy tangible - sólo pensar en volver a poner en marcha los Juegos Olímpicos después de la Primera Guerra Mundial, en medio de una Europa destrozada - demostrando que su sueño estaba muy vivo no sólo en la teoría sino también en la práctica.
Además, no hay que olvidar el papel que los Juegos Olímpicos han jugado en pos de  acelerar la reconciliación entre los pueblos - un ejemplo importante es la lucha contra el apartheid, cuyo principal artífice fue Juan Antonio Samaranch.
Por otra parte, sigue siendo innegable hoy en día, 150 años después del nacimiento de Coubertin, que los Juegos Olímpicos y el Olimpismo concitan (como ningún otro evento) a los ciudadanos de todo el mundo en un solo lugar, para el mismo propósito. ¡En la actualidad hay 204 Comités Olímpicos Nacionales!
Además, el COI en las "Naciones Unidas" - donde el organismo olímpico tiene la condición de observador - y sus organismos especializados como: la "Fundación Internacional Tregua Olímpico", el "Centro Internacional de la Tregua Olímpica", "Paz y Deporte" o "Generaciones por la Paz" juegan un papel vital en la continuación y honra del proyecto de paz mundial de Coubertin, contribuyendo tanto a través de acciones en materia de desarrollo internacional a través del deporte, como a través de los proyectos de educación donde la paz es el concepto subyacente. En cuanto al caso concreto y muy relevante de la tregua olímpica se debe tener en cuenta que desde su resurgimiento, han habido muchos pequeños logros significativos en las diferentes ediciones de Verano y de Invierno de los Juegos Olímpicos (como Sidney 2000, Atenas 2004, Torino 2006, Beijing 2008 y Vancouver 2010) que demuestran que la tregua olímpica proporciona la inspiración, lo que ayuda a la continuación del diálogo y el entendimiento, al tiempo que ofrece un valioso marco de oportunidad para la resolución pacífica de conflictos.
En cuanto a la Educación Olímpica, el papel de la "Academia Olímpica Internacional" y academias olímpicas nacionales se ha destacado en la difusión de los principios fundamentales del Olimpismo, de los cuales, según establece la Carta Olímpica, la paz es, naturalmente, uno de ellos: El objetivo del Olimpismo es poner siempre el deporte al servicio del desarrollo armónico del hombre, con el fin de promover una sociedad pacífica y comprometida con la preservación de la dignidad humana.
A modo de conclusión, 150 años después del nacimiento de Pierre Coubertin debemos expresar nuestra gratitud por su notable contribución a la paz a través del deporte con la herramienta del Olimpismo en general y de los Juegos Olímpicos en particular. Su lema: mira lejos, habla con franqueza y actúa firme, también se debe seguir en el campo de la paz, guiando a la sociedad moderna.

Fuente: 
CENTRO DE ESTUDIOS OLÍMPICOS
Autor: Alexandre Mestre. Abogado especializado en legislación deportiva; ex Secretario de Estado portugués para el Deporte y la Juventud, ex miembro de la Junta Directiva de la Academia Olímpica portuguesa, autor del libro la "Ley de los Juegos Olímpicos" (2009).

                                                                                                                  SERGIO TOLABA 


sábado, 22 de junio de 2013

OLÍMPICOS DESDE EL PRIMER DÍA

HISTORIA DEL PRIMER ARGENTINO OLÍMPICO

Descendiente de la noble y recia estirpe vasca, nació en Paraná, donde realizó sus estudios primarios y los secundarios en el único colegio existente por entonces en la Provincia. Nos referimos al Colegio del Uruguay “Justo José de Urquiza”.
Al crearse la Asociación Educacionista “La Fraternidad” el 14 de mayo de 1877, José B. Zubiaur, alumno aún de cuarto año del Colegio, es elegido por sus compañeros como presidente de la misma. En calidad de tal, se encargó de redactar el primer reglamento interno y estatutos sociales que regirán la Sociedad protectora.
Terminando Zubiaur sus estudios secundarios ingresó a la Segunda Escuela de Derecho que funcionaba anexa al histórico Colegio, la cual cerró sus puertas en 1880, debiendo continuar su carrera jurídica en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la “Universidad Nacional de Buenos Aires”, donde logró su título de Abogado primero y doctor en jurisprudencia después.
Luego de esto obtiene un trabajo como escribiente en el Ministerio de Justicia, Culto e Instrucción Pública de la Nación, donde desarrolla una meritoria labor que le significó reiterados ascensos en la jerarquía administrativa y docente del mismo. Debido a su inclinación hacia la docencia funda en 1886, junto con otros profesores, la revista pedagógica “La Educación”, en la cuál tuvo una activa participación escribiendo numerosos artículos.
En el año 1889 viajó a Europa en compañía del Dr. Alejo Peyret, en representación del Gobierno Argentino, a la “Gran Exposición Universal de París”. Simultáneamente con la misma se realizaron dos congresos: el primero fue el “Congreso Internacional para la propagación de los ejercicios físicos en la Educación” y el segundo, el “Congreso Pedagógico Internacional de Instrucción Primaria”.
Zubiaur asistió al primero de los Congresos, cuyo Secretario General era el barón Pierre de Coubertin, difusor de los juegos atléticos y del deporte, siendo restaurador pocos años después, de los primeros Juegos Olímpicos de los tiempos modernos. Precisamente allí se conocen Zubiaur y el Barón de Coubertin y cuando éste último decidió constituir el Primer Comité Olímpico Internacional, con miras a recuperar los Juegos Olímpicos, allá por el año 1894, entre sus integrantes figura un solo latinoamericano y ese fue José B. Zubiaur, quien se desempeñó a lo largo de trece años en el COI, hasta mayo de 1907.
José Zubiaur fue, además, Rector del Colegio del Uruguay de 1892 a 1899.


FUENTE:
Universidad de Concepción del Uruguay


                                                                                                                               SERGIO TOLABA 



viernes, 21 de junio de 2013

PRESIDENTES DEL COMITÉ OLÍMPICO INTERNACIONAL

DEMETRIUS VIKELAS (1894-1896)
La continuidad en la dirección olímpica ofreció al COI la necesitada primitiva solidez y por dicha razón Pierre de Coubertin, luego de aceptada la propuesta de que Atenas (1896) fuera la primera anfitriona del primer certamen, seguida de París (1900) y San Luis, Estados Unidos (1904), planteó el interés porque Vikelas dirigiera la institución. Era un prestigioso comerciante y hombre de letras, bien visto en la corte del rey Jorge I, lo cual brindó la posibilidad de conseguir el apoyo logístico imprescindible para llevar a cabo la celebración de los I Juegos Olímpicos de la Era Moderna en Atenas, a escasos kilómetros de Olimpia, el sitio original. En tal sentido consiguió convencer a un millonario griego residente en Egipto, apellidado Averoff, quien desde Alejandría donó un millón de francos-oro destinados a la reconstrucción del estadio Panatenaico.

PIERRE DE COUBERTIN (1896-1925)
Nació en París en 1863, en un hogar de la aristocracia franco-italiana. Estudió en un Colegio Jesuita y los continuó en la Facultad de Ciencias Políticas de París.  Posteriormente se trasladó a Inglaterra en busca de un modelo de reforma educativa, y visitó la Rugby School, escuela pública que le brindó las bases para la reforma que él quería implementar. Formó numerosas sociedades deportivas, pero aspiraba a una sociedad universal. por ello, en1894 en la Sorbona, se reunieron representantes de 14 países, y se reorganizaron a partir de allí los Juegos Olímpicos modernos. Fundó el Comité Olímpico Internacional, el que presidió hasta 1925 y eligió a Atenas como sede de los primeros Olímpicos modernos de verano, que se realizaron en 1896. Publicó, entre otras obras, La educación en Inglaterra (1888), Universidades transatlánticas (1890) y una trilogía pedagógica, publicada entre 1902 y 1916, formada por las siguientes obras: La gimnasia utilitaria, El análisis universal y El respeto mutuo.
HENRI DE BAILLET-LATOUR (1925-1942)
Nacido el 1 de marzo de 1876, se convirtió en el más cercano colaborador del barón de Coubertin. Entró al COI en 1903, a los 27 años. Diplomático de carrera y miembro del Consejo Superior de Educación Física de Bélgica, fue un asiduo jinete y un atleta que supo utilizar su influencia para obtener la organización de los Juegos de 1920 para Amberes, pese a las condiciones prevalecientes tras la posguerra. Tuvo una misión especial: a encomienda del barón Pierre de Fredy, fue el elegante emisario que debía hacer florecer el espíritu olímpico en cada rincón del planeta. De su discurso dependería el futuro del deporte mundial. Y cumplió.
Falleció de un infarto mientras dormía, durante su mandato, el 6 de enero de 1942, tras habérsele anunciado la muerte de su hijo en un accidente de avión en Inglaterra, durante un combate

J. SIGFRID EDSTRÖM (1946-1952)
Con la desaparición de los dos viejos guardianes del academicismo olímpico, el COI precisaba cierta renovación, luego de que los cambios registrados en el mundo al concluir la II Guerra Mundial impusieron nuevas concepciones. La persona escogida para asumir las riendas de la institución fue el sueco J. Sigfrid Edström , nacido el 21 de noviembre de 1870, súbdito de un país neutral, deportista de los pies a la cabeza y primer presidente de la Federación Internacional de Atletismo Amateur (FIFA) en 1912. Ese mismo año, como organizador de los Juegos Olímpicos de Estocolmo asumió con gran sentido de responsabilidad la introducción de novedosas técnicas y reglamentos en varias pruebas. Bajo su dirección fueron reanudados los Juegos en Londres (1948) y Helsinki, Finlandia, desarrolló los de 1952. En estas dos sedes, la unidad homogénea de los atletas, federativos y el público rescataron los sanos principios del Olimpismo.

AVERY BRUNDAGE (1952-1972)
Es la figura más controvertida en el seno de la institución. Brundage era estudiante de ingeniería en la Universidad de Illinois, cuando llegó sexto en la prueba de pentatlón y no finalizó en la del decatlón de los Juegos de Estocolmo, pero nunca aceptó el par de victorias conquistadas en tales pruebas por su compatriota Jim Thorpe. Algún tiempo después, Brundage denunció a Thorpe ante el Comité Olímpico de los Estados Unidos como atleta profesional y en el alegato señaló que cobró la suma de 50 dólares para jugar en un juego de béisbol. Durante la Era Brundage aparecieron una buena parte de los numerosos problemas afrontados en la actualidad por el Movimiento Olímpico Internacional, entre otros, la comercialización, los patrocinadores, la publicidad y la expedición de licencias para la explotación comercial de los emblemas olímpicos. Sin embargo, tampoco es posible pasar por alto que bajo su mandato, por primera vez, los Juegos Olímpicos abrieron las puertas a dos sedes trascendentales, Tokio, Japón (1964), y a la América Latina, Ciudad de México (1968), además de la entrada masiva de los países africanos. A la edad de 82 años no se presentó a la reelección en Munich, Alemania (1972) y falleció un año después. Había nacido el 28 de septiembre 1887

 LORD KILLANIN (1972-1980)
La llegada de Killanin a la máxima jefatura coincidió con nuevos cambios en la dirección de algunas federaciones internacionales, hasta ese momento regidas por ciudadanos británicos de recio abolengo aristocrático (entre ellos sir Stanley Rouss, de fútbol, y el marqués de Exeter, de atletismo), sustituidos respectivamente por el brasileño Joao Havelange y el italiano Primo Nebiolo. Los europeos lucharon a brazo partido por recuperar la presidencia olímpica y entre los anglosajones los dos principales candidatos fueron el propio marqués de Exeter y Killanin. El primero no aceptó la propuesta y de hecho pasó al primer plano el segundo, considerado un periodista perspicaz, con refinado sentido del humor y jinete consumado en sus años mozo. Lord Killanin afrontó a pecho descubierto los tres sonados boicots consecutivos que amenazaron seriamente la estabilidad del Movimiento Olímpico Internacional: Montreal, Canadá (1976), Moscú (1980) y Los Ángeles (1984). Killanin nació el 30 de julio de 1914 y fue elegido miembro del COI en 1952. Murió en abril de 1999.

JUAN ANTONIO SAMARANCH (1980-2001)
Vive por y para el deporte desde la adolescencia. Amante del deporte, fue un destacado jugador de hockey sobre patines, llegando a convertirse en seleccionador nacional. Fue electo miembro del Comité Olímpico Español en 1954 y en 1966 ingreso en el COI. En 1968 fue Jefe de Protocolo, en 1970 es elegido miembro del Ejecutivo y en 1974 vicepresidente.

Tuvo también responsabilidades políticas al cumplir su misión como embajador español en Moscú desde 1977 hasta 1980, año en que asumió la presidencia del COI. Con Samaranch se incrementó el marketing para dotar al COI de una base segura y se intensificó la lucha contra el dopaje desde el caso. A Samaranch se debe la creación de un Museo Olímpico con sede en Suiza. En 1988 le galardonaron con el Premio Príncipe de Asturias de Deportes. Tras abandonar el cargo al frente del COI, Samaranch fue designado como Presidente de Honor de ese organismo rector del deporte mundial.

JACQUES ROGGE (2001)
Jacques Rogge, el octavo presidente del COI, asumió el cargo el 16 de julio del 2001 en la 112 Sesión de ese organismo, celebrada en Moscú. Nació el 2 de mayo de 1942, en la ciudad belga de Ghent. Aunque es de profesión ortopédico, participó en los Juegos Olímpicos de México-1968, Munich-1972 y Montreal-1976 en las competencias de yatismo y fue miembro del equipo nacional de rugby de Bélgica.
Entre 1988 y 1992 fue presidente del Comité Olímpico de Bélgica y elegido en 1989 presidente de la Asociación Europea de Comités Olímpicos Nacionales. Es miembro del COI desde 1991 y en 1998 pasó a ser miembro de su dirección ejecutiva.


                                                                                              SERGIO TOLABA





jueves, 20 de junio de 2013

ESPERANDO EL DÍA OLÍMPICO

50 GRANDES MOMENTOS DE LOS JUEGOS OLÍMPICOS
El número uno
PABLO LISOTTO
James Brendan Bennet Connoly 
Esta es la historia de un hombre común y corriente, que por esas situaciones inexplicables que tiene el destino se convirtió en un deportista único, irrepetible e inigualable. ¿Su principal virtud? Estar en el lugar justo en el momento indicado. James Brendan Bennet Connoly nació el 28 de octubre de 1868 en el sur de Boston, Massachusetts, en el seno de una familia pobre irlando-estadounidense. Pese a vivir en la austeridad, su padre -John Connolly- y su madre -Ann O’Donnell- tuvieron doce hijos. Los primeros vínculos del pequeño Jamie con el deporte se dieron en la calle, junto a sus hermanos y amigos, jugando a la pelota, corriendo y saltando. Como todo niño. Ingresó a la Academia de Notre Dame, pero hasta allí llegaron sus estudios. Nunca fue a la escuela secundaria. En cambio, comenzó a trabajar como empleado de una compañía de seguros en Boston, y poco después, se incorporó al cuerpo de ingenieros del Ejército de  los Estados Unidos. Allí, en Savannah, Georgia, comenzó a relacionarse en serio con el deporte, y terminó siendo uno de los fundadores del equipo de ciclismo y de fútbol americano de su unidad. Al poco tiempo, insatisfecho con su vida, Connolly intentó recuperar los años perdidos de estudio y a los 27 años se preparó por sus propios medios para ingresar a la Universidad de Harvard. Lo logró. Por entonces, el Barón Pierre de Coubertin recorría el mundo con el objetivo de convencer a los máximos dirigentes políticos de que sería grandioso reinstaurar los Juegos Olímpicos. Coubertin logró su objetivo. En 1894 se creó el Comité Olímpico Internacional y se anunció que la primera edición de la Era Moderna de los Juegos se realizaría en Atenas, Grecia, entre el 6 y el 15 de abril de 1896. A Connolly le interesó el desafío y quiso participar. Para eso, pidió un permiso especial en la Universidad de Harvard para poder ausentarse durante el período de competición. Pero se lo denegaron. La única alternativa que le dieron fue la de renunciar y presentar otra solicitud para tratar de reingresar. Según algunas versiones, James se enojó muchísimo por la negativa, y les dijo a los directivos: “Yo no renuncio ni voy a hacer la solicitud para volver a entrar. Simplemente les anuncio que me estoy despidiendo de la Universidad de Harvard en este preciso instante. ¡Buenos días!”. No está claro si esto realmente sucedió, porque en los registros de la Universidad está la solicitud de Connolly para ausentarse y poder viajar a Europa, que fue denegada. Y una posterior solicitud para recibir un retiro honorable como estudiante, que sí le fue concedido el 19 de marzo de 1896. Sea como fuera, poco después James partió rumbo a Atenas, representando al Suffolk Athletic Club, que accedió a pagarle la mayor parte de los gastos. Un tiempo después declaró que no había recibido ni un dólar por parte del club y que se había pagado todo él mismo. El viaje no resultó tan sencillo. Por entonces no había aviones, y James se fue a Grecia en un barco carguero alemán, El Barbarroja, junto con la mayor parte del resto del primer equipo olímpico de Estados Unidos. El primer destino fue Nápoles, Italia. Allí le robaron sus pertenencias y estuvo a punto de perder el boleto que lo llevaría a Atenas. Pero corrió al ladrón, lo alcanzó y al menos recuperó el pasaje. Tomó el tren y llegó justo a tiempo para los Juegos. Nada separaría a Jamie de su compromiso con el destino. El restablecimiento de los Juegos Olímpicos atrajo a 241 atletas de 14 países. Todos hombres. Durante la jornada inaugural se realizó la primera final de atletismo. La disciplina elegida fue el triple salto, uno de los eventos en los que compitió Connolly. El estilo de Jamie, que daba dos saltos con el pie derecho, ya no se permite en la actualidad pero era perfectamente válido entonces. Con su método, el estadounidense se destacó en la pista, saltó 13,71 metros y terminó más de un metro por delante de su oponente más cercano. El 6 de abril de 1896, el estadounidense James Connolly ganó el triple salto, y se transformó así en el primer campeón olímpico en más de 1.500 años, y el primero de la Era Moderna de los Juegos. Recibió una medalla de plata (aún no existían las de oro) y una rama de olivo; y se metió para siempre en la historia del deporte.


                                                                                      SERGIO TOLABA

                                                                               ACADEMISTA OLÍMPICO

domingo, 9 de junio de 2013

ESPERANDO EL DÍA OLÍMPICO

Como cada año, esperando cada 23 de Junio para recordar los Valores Olímpicos, aquellos que nos inspiran, nos reúnen, nos convocan, pero fundamentalmente, nos invita a reproducirlos, con la sencillez que supo infundirle Pierre de Cubertin, ese visionario que pensó en el deporte como catalizador de virtudes y siempre apegado a la educación y la cultura.