50 GRANDES MOMENTOS DE LOS JUEGOS OLÍMPICOS
El número uno
PABLO LISOTTO
James Brendan Bennet Connoly |
Esta es la
historia de un hombre común y corriente, que por esas situaciones inexplicables
que tiene el destino se convirtió en un deportista único, irrepetible e
inigualable. ¿Su principal virtud? Estar en el lugar justo en el momento
indicado. James Brendan Bennet Connoly nació el 28 de octubre de 1868 en el sur
de Boston, Massachusetts, en el seno de una familia pobre
irlando-estadounidense. Pese a vivir en la austeridad, su padre -John Connolly-
y su madre -Ann O’Donnell- tuvieron doce hijos. Los primeros vínculos del
pequeño Jamie con el deporte se dieron en la calle, junto a sus hermanos y
amigos, jugando a la pelota, corriendo y saltando. Como todo niño. Ingresó a la
Academia de Notre Dame, pero hasta allí llegaron sus estudios. Nunca fue a la
escuela secundaria. En cambio, comenzó a trabajar como empleado de una compañía
de seguros en Boston, y poco después, se incorporó al cuerpo de ingenieros del
Ejército de los
Estados Unidos. Allí, en Savannah, Georgia, comenzó a relacionarse en serio con
el deporte, y terminó siendo uno de los fundadores del equipo de ciclismo y de
fútbol americano de su unidad. Al poco tiempo,
insatisfecho con su vida, Connolly intentó recuperar los años perdidos de
estudio y a los 27 años se preparó por sus propios medios para ingresar a la
Universidad de Harvard. Lo logró. Por
entonces, el Barón Pierre de Coubertin recorría el mundo con el objetivo de
convencer a los máximos dirigentes políticos de que sería grandioso reinstaurar
los Juegos Olímpicos. Coubertin logró su objetivo. En 1894 se creó el Comité
Olímpico Internacional y se anunció que la primera edición de la Era Moderna de
los Juegos se realizaría en Atenas, Grecia, entre el 6 y el 15 de abril de 1896. A
Connolly le interesó el desafío y quiso participar. Para eso, pidió un permiso
especial en la Universidad de Harvard para poder ausentarse durante el período
de competición. Pero se lo denegaron. La única alternativa que le dieron fue la
de renunciar y presentar otra solicitud para tratar de reingresar. Según algunas versiones, James se enojó muchísimo
por la negativa, y les dijo a los directivos: “Yo no renuncio ni voy a hacer la
solicitud para volver a entrar. Simplemente les anuncio que me estoy despidiendo
de la Universidad de Harvard en este preciso instante. ¡Buenos días!”. No está claro si esto realmente sucedió, porque en
los registros de la Universidad está la solicitud de Connolly para ausentarse y
poder viajar a Europa, que fue denegada. Y una posterior solicitud para recibir
un retiro honorable como estudiante, que sí le fue concedido el 19 de marzo de
1896. Sea como fuera, poco después James partió rumbo a Atenas, representando
al Suffolk Athletic Club, que accedió a pagarle la mayor parte de los gastos.
Un tiempo después declaró que no
había recibido ni un dólar por parte del club y que se había pagado todo él
mismo. El viaje no resultó tan sencillo. Por
entonces no había aviones, y James se fue a Grecia en un barco carguero alemán,
El Barbarroja, junto con la mayor parte del resto del primer equipo olímpico de
Estados Unidos. El primer destino fue Nápoles, Italia. Allí le robaron sus
pertenencias y estuvo a punto de perder el boleto que lo llevaría a Atenas.
Pero corrió al ladrón, lo alcanzó y al menos recuperó el pasaje. Tomó el tren y
llegó justo a tiempo para los Juegos. Nada separaría a Jamie de su compromiso
con el destino. El restablecimiento de los
Juegos Olímpicos atrajo a 241 atletas de 14 países. Todos hombres. Durante la
jornada inaugural se realizó la primera final de atletismo. La disciplina
elegida fue el triple salto, uno de los eventos en los que compitió Connolly.
El estilo de Jamie, que daba dos saltos con el pie derecho, ya no se permite en
la actualidad pero era perfectamente válido entonces. Con su método, el
estadounidense se destacó en la pista, saltó 13,71 metros y terminó
más de un metro por delante de su oponente más cercano.
El 6 de abril de 1896, el estadounidense James Connolly ganó el triple
salto, y se transformó así en el primer campeón olímpico en más de 1.500 años,
y el primero de la Era Moderna de los Juegos. Recibió una medalla de plata (aún
no existían las de oro) y una rama de olivo; y se metió para siempre en la
historia del deporte.
SERGIO TOLABA
ACADEMISTA OLÍMPICO
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