EL ESPIRITU
OLIMPICO Y FAIR PLAY
Desde que se
restauraron los Juegos Olímpicos en 1.896, surgió la idea de poner el deporte
al servicio del desarrollo armónico del hombre, tal la definición de la Carta
Olímpica sobre el Olimpismo, que en definitiva se entendería como una reforma
social que en su momento no fuera valorada. El espíritu Olímpico exige
comprensión mutua, espíritu de amistad, solidaridad y juego limpio, y dentro de
lo que conocemos como fair play, este posee su propia Carta que insta y
compromete a los deportistas de la siguiente forma:
·
Hacer de cada encuentro
deportivo de cualquier naturaleza, un momento de privilegio, una verdadera
fiesta.
·
Aceptar y cumplir las reglas y
el espíritu del deporte practicado.
·
Respetar a mis adversarios como
a mi mismo.
·
Aceptar las decisiones de los árbitros
y los jueces del deporte respectivo sabiendo que, al igual que yo, ellos tienen
el derecho a equivocarse pero hacen lo posible por no hacerlo.
·
Evitar las malas intenciones y
la agresión en mis actos, mis palabras o mis escritos. No usar juego sucio ni
trampas para lograr el triunfo.
·
Ser siempre digno, tanto en el éxito
como en la adversidad.
·
Ayudar a todos con mi presencia, mi experiencia y mi comprensión.
·
Prestar auxilio a todo
deportista herido o cuya vida corra peligro.
·
Ser realmente un embajador del
deporte, ayudando a hacer respetar los principios enumerados a los que me
rodean.
·
Por el compromiso asumido creo
ser UN VERDADERO DEPORTISTA.
La importancia de
comenzar a internalizar en los niños y en los jóvenes deportistas, principios
que se afirman en los valores olímpicos que solo tienen por finalidad, mejor
nuestra sociedad con dos actividades que están vinculas una con otra: la
educación y el deporte. No solo de ellos depende, mucho tiene que ver la
intervención de nosotros, los adultos, como padres, como docentes o
entrenadores, en vista de la construcción de una sociedad mas justa,
equitativa, respetuosa y solidaria.
SERGIO TOLABA
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